Sergei Popov pensaba que aquel día sería uno más en su taller de barrio de su Novosibirsk natal cuando fue sorprendido por una intensa luz que bajaba del cielo acompañada de un sonido estruendoso. Cuando la luz llegó a su altura pudo distinguir una “especie de platillo volante” del que salieron dos extraños seres. En vez de asustarse, Sergei notó que le envolvía una especie de “paz interior” y tuvo claro que no traían malas intenciones.
Según Sergei, los seres se acercaron como flotando hasta su lado y en un perfecto ruso se comunicaron con él. “Me dijeron que la nave se les había estropeado y si les echaba una mano para arreglarla – nos narra Popov -. No lo dudé y los acompañé, nunca se sabe cuando tu vas a estar en una situación similar.”
Sin saber muy bien lo que hacía y guiado por sus curiosos visitantes, Sergei consiguió reparar el motor para que pudieran devolverle a su taller y así despedirse de ellos con una anécdota de lo más especial.